La izquierda y Lula Da Silva ayer hicieron historia, no sólo reivindicaron la incipiente democracia brasileña que fue trastocada después de la destitución de Dilma Rousseff; reivindica la idea de libertad después de estar preso por un delito que jamás fue probado; reivindica a su vez la lucha de los trabajadores, su nombre y prestigio después de los escándalos de autolavado de Petrobras; y por si fuera poco reivindica también la muerte de su esposa quien fue acusada del mismo delito por el que él fue encarcelado.
Ayer se vivió una segunda vuelta electoral en Brasil, mucho se ha hablado acerca de que la sorpresa no fue que hubiera segunda vuelta, tampoco que ganara Lula, la verdadera sorpresa fue que Bolsonaro tuviera una votación tan nutrida, semanas antes de la elección del 2 de octubre la mayoría de las encuestadoras lo ponían entre 10 y 15 puntos detrás de Lula, ni en conteos rápidos estuvo tan lejos.
Lo relevante aquí es entender cómo se da esta victoria, Lula ha participado en las elecciones presidenciales en 1989, 1994, 1998, 2002, 2006, y ahora en 2022 no es un novato de los procesos electorales, ha ganado 3 veces la presidencia, ha construido alianza y un andamiaje importante durante sus más de 40 años de vida política, cuando dejó la presidencia en 2011 tuvo un 87% de aprobación, nunca antes un presidente ha tenido estos niveles de popularidad al dejar su cargo, cuando fue presidente otorgó derechos a los trabajadores y las clases populares, su programa “Bolsa Familia” dio oportunidades a las personas más pobres del Brasil fue una táctica gubernamental exitosa en todos los sentidos.
Es importante mencionar que la democracia brasileña como muchas otras en America Latina descansan sobre corrupción, la democracia que no atiende a los poderes fácticos no prospera, quizás esta fue la razón de la destitución de Dilma, ella quiso enfrentarse a los poderes económicos, a los banqueros, a los constructores, a los empresarios; comenzó una investigación de casos de corrupción donde trastocó intereses de todo tipo, aún intereses del propio partido del trabajo, intereses de miembros activos en ese momento del gobierno, senadores, diputados, y toda la clase política de Brasil.
Esto ocasionó por causa o efecto una inestabilidad económica que se utilizó como argumento central para crear una percepción social devastadora, la idea de que Dilma y su gobierno eran los autores del “autolavado” (corrupción sistémica) y que Lula había participado sistémicamente en ello, como lo habían hecho los gobiernos anteriores lo cual que terminó con la destitución de Dilma y el encarcelamiento de Lula.
Un escandalo de proporciones abismales, probablemente orquestado y planeado junto con actores internacionales antisocialistas. La batalla contra Dilma y Lula se había ganado, ella fuera del gobierno, él preso parecía el fin de la historia de un movimiento obrero que inició en 1975 y que llevo a Lula a ser el primer presidente de izquierda en Brasil y a Dilma la primera mujer presidenta en la historia de ese país, pero la historia continua, al parecer ayer se reivindica la izquierda, Lula, la clase obrera, la muerte de la esposa de Lula, la libertad… Así parece, aunque en el fondo tal vez sólo se reivindica que los poderes fácticos y la corrupción establecen la democracia, tal como si ahora estos poderes miraran una pelea de boxeadores para apoyar al que gana una vez que gana, estos poderes han tomado el control de la economía de algunos países, en este caso pudieron eliminar a una presidenta, encarcelar a un expresidente y ahora volverlo a la presidencia, tal parece que ya no temen a ningún presidente, ellos saben que los presidentes van y vienen mientras ellos permanecen, ¿Quién ganó ayer en Brasil?
Artículo escrito por Alfredo Salazar | Consultor Político para Periódico Milenio